Sexualidad, discapacidad y educación (eBook)
142 Seiten
Universidad Pontificia Comillas (Verlag)
978-84-8468-997-3 (ISBN)
Maestro educación especial en Fundacion Purisima Concepción. Master en Bioetica
CAPÍTULO 2
EMPEZANDO POR LO URGENTE: I FASE
A lo largo de este capítulo y los dos siguientes, tres y cuatro, os realizamos una propuesta dividida en tres fases que pretende desarrollar y concretar lo dicho en el capítulo anterior. Está pensada para implantarse en un Centro asistencial y/o educativo de personas con discapacidad intelectual o del desarrollo; partiendo de un análisis de la realidad y teniendo en cuenta dos variables fundamentales: la disparidad de criterios entre profesionales ante las conductas que se dan, y las conductas inapropiadas que se producen y así como su abordaje.
Desde este análisis y apoyándose en la Guía de Criterios se van trazando las líneas base que permiten articular un Proyecto práctico y coherente; para ello nos hemos basado en nuestra experiencia «tratando de llevar al papel lo realizado». Este es un proyecto a largo plazo que poco a poco debe ir instaurándose y consolidándose. Como primer paso de la fase I, es necesario la creación de una comisión de educación afectivo sexual, que veremos explicada en el siguiente punto.
1.CREACIÓN DE LA COMISIÓN DE EDUCACIÓN AFECTIVO SEXUAL
Todo trabajo necesita liderazgo, por ello consideramos esencial crear un grupo de personas que, apoyado por la Dirección del Centro, vaya marcando las distintas fases del desarrollo del proyecto. Es importante que las personas que compongan el equipo tengan formación en esta materia, buena predisposición y «crean» en el proyecto, además de ser personal «fijo» del Centro. Este grupo será quien pilote el proyecto, sirva de respaldo, de orientación y guía al resto de personas que se vayan implicando.
Así mismo, consideramos importante que, dentro de la Comisión, haya una persona por dispositivo o unidades del Centro en cuestión (P.ej.: Colegio, Unidad de Día, Centro Ocupacional, Recursos Residenciales…), siempre que éste presente suficiente complejidad; debería encontrarse constituida por un mínimo de tres miembros y un máximo de siete u ocho personas. Todas ellas, a ser posible, con una visión general del alumnado o usuarios-as de su Unidad, por ejemplo el orientador-a o psicólogo-a del Centro que normalmente conoce todos los grupos y pueda después apoyar en la implantación de los Programas concretos que vayan surgiendo.
También debería tener un coordinador-a y, si es posible, un directivo de la propia Organización o Centro. Este miembro o la persona que haya asumido el liderazgo del grupo, sería quien convocaría las reuniones siendo, en sus primeras fases, al menos una vez al mes, de la cuales el secretario-a nombrado tomará nota de los temas tratados redactando acta de cada reunión.
Esta comisión debe pasar por una fase inicial de formación, o autofor-mación; realizando para ello algún curso específico de educación afectivo sexual en las personas con discapacidad intelectual, así como revisar bibliografía sobre dicha materia. En nuestro caso fueron los Hermanos de San Juan de Dios quienes nos dieron un curso introductorio y aportándonos el Manual1 que ellos mismos habían elaborado, sirviéndonos como punto de partida.
También se puede proponer un tema específico y reflexionar o debatir sobre el mismo, tratando de aunar criterios o de dar argumentos para explicar sus distintas formas de abordarlo. En este apartado se pueden incluir situaciones que estén ocurriendo en el mismo Centro (capitulo 6: estudio de casos), y tratarlas con mayor profundidad, incluyendo las distintas ópticas de los miembros de la Comisión. No se trata de adoctrinar a nadie, todo lo contrario, sino más bien de ejercitarse en el valor del diálogo, la reflexión y los argumentos.
Cuando se trata de optar por el mejor modo de afrontar un tema de entre todas las posibles maneras de hacerlo no existe certeza absoluta sino que nos movemos dentro de la incertidumbre. Por ello la ciencia no puede tener la respuesta, mientras que la ética tiene una relevancia especial en valorar lo que se debe o no hacer. Y la deliberación es la herramienta clave para poder hacerlo y poder llegar a un acuerdo intersubjetivo, aunque no sea fácil hacerlo. Por ello es necesario crear previamente las condiciones necesarias básicas para que la comisión pueda deliberar adecuadamente y que las personas que la integren acepten y aprendan al menos a:
- Tener una actitud de apertura y no mantener pre-juicios. Se trata de razonar las posturas de uno mismo y poder comprender la postura del otro, y esto puede llevar a afianzar la propia o a tener que modificarla.
- Implicarse de manera activa. El hecho de incluirse en una comisión de este tipo conlleva la necesidad de «mojarse» y exponer las opiniones propias. No vale estar callado.
- Respetar a todas las personas de la comisión por igual. Como se ha comentado, no hay certezas, sino incertidumbres, por lo que todos los razonamientos son válidos y para hacer una buena deliberación no son relevantes, por ejemplo, las categorías profesionales. El diálogo entre los miembros debe ser simétrico.
- Controlar las emociones propias. La deliberación es un acto racional en el que es necesario argumentar las cosas, y en ocasiones la emoción puede empañar los procesos racionales, haciendo que experiencias personales previas de los miembros de la comisión puedan inclinar la balanza hacia un lado u otro sin una justificación adecuada. La emoción en sí no es un problema y puede ayudar mucho, pero la emoción no puede justificar mi posicionamiento ante un conflicto.
Dicha Comisión, además de contar con el apoyo de la Dirección debería incluir su propuesta o programación dentro de los planes estratégicos o de planificación del propio Centro y, de esta forma, poder dar una primera información del proceso tanto al resto de profesionales como a los familiares, a través de los órganos pertinentes. Se trata de que el resto de personas conozcan qué se está empezando a trabajar en este ámbito, como un paso previo a pedir su apoyo o colaboración.
Este sería el primer paso de la fase I, concienciación, formación y trabajo de deliberación de la propia Comisión, el cual debería durar un curso/año. Estaríamos entonces preparados para dar el siguiente paso, abordar las conductas desadaptadas y la disparidad de criterios.
2.LAS CONDUCTAS DESADAPTADAS Y DISPARIDAD DE CRITERIOS
Cuando nos planteamos una educación afectivo-sexual de las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo en una Institución o Centro nos encontramos con el hecho de que los chicos y chicas ya han tenido una influencia, lógica por otra parte, en su manera de vivir, actuar y relacionarse. El problema surge al no existir previamente unanimidad de criterio a la hora de realizar esta educación, por parte de las familias, los profesionales, los centros de los que vienen, y de la sociedad en general. Normalmente ha sido una dimensión que no se ha «trabajado», se ha «dejado estar» a la espera de que surgiese lo sexualizado y, cuando esto aparece, la norma suele ser «inhibir la conducta o no prestarle atención». Y, como ya sabemos, aquello que no resolvemos, que ocultamos, que negamos, más allá de solucionarse tiende a hacerse más grande o a distorsionarse.
Es desde ahí desde donde constatamos la necesidad de comenzar realizando un análisis de la situación, es decir, realizar un registro de aquellas conductas inadecuadas que se producen, aquellos lugares donde se producen, y la reacción de los profesionales y/o adultos cuando observan este tipo de conductas. Para ello nos propusimos, como comisión, utilizar un registro, donde, en un determinado tiempo (de entre tres semanas a un mes), los distintos profesionales puedan anotar la frecuencia, el contexto y su nivel de tolerancia frente a la conducta observada. Es importante que los propios profesionales diseñen dicho registro, y sean ellos quienes propongan aquellas conductas que suelen producirse en el centro, y sobre las cuales sería necesario actuar con el asesoramiento de la comisión. En este caso se trata de plasmar todas aquellas conductas «desadaptadas» bien sea por la intensidad, frecuencia, contexto donde se producen, o por el carácter inapropiado de la misma. También es importante que plasmen su parecer y actuación ante la conducta observada. El fin es evidenciar si existe una alta o baja frecuencia de conductas inadecuadas, cuales son éstas y en que contextos se producen; además de plasmar los criterios de actuación de los profesionales ante la misma conducta, el mismo contexto o la misma persona; no se trata de fiscalizar la conducta de los profesionales concretos, ni hacer juicios de valor o laborales; por ello se recomienda asegurar la intimidad y privacidad obviando referencias personales. El mero hecho de tener que registrar aquello que se observa nos invita a la reflexión.
Seguidamente, y a modo de ejemplo, se proponen algunas conductas que se podrían incluir en dicho registro:
- Mira de manera obsesiva los genitales y/o pechos de otras personas.
- Se toca los genitales, sin mostrar signos de excitación.
- Se frota los genitales, excitándose, pero se oculta.
- Se frota los genitales, excitándose, sin ocultarse.
- Toca o abraza con elevada frecuencia o intensidad a compañeros-as y/o adultos conocidos.
- Toca o abraza con elevada frecuencia o intensidad a personas desconocidas.
- Muestra posturas y actitudes provocativas.
- Tiene y utiliza materiales pornográficos sin intimidad.
- No demuestra una actitud de intimidad en el aseo,...
Erscheint lt. Verlag | 27.7.2018 |
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Reihe/Serie | Cátedra de Bioética |
Verlagsort | Madrid |
Sprache | spanisch |
Themenwelt | Schulbuch / Wörterbuch ► Unterrichtsvorbereitung ► Förder- / Sonderschule |
Sozialwissenschaften ► Pädagogik | |
Schlagworte | Criterios comunes • discapacidad intelectual • Discpacidad intelectual • educación afectivo-sexual • Educación Sexual • Familia • instituciones • intervención • Planes individualizados • plan estratégico • Profesionales • Programas específicos • Sexualidad |
ISBN-10 | 84-8468-997-2 / 8484689972 |
ISBN-13 | 978-84-8468-997-3 / 9788484689973 |
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