Manual del español en América (eBook)
930 Seiten
De Gruyter (Verlag)
978-3-11-039365-1 (ISBN)
El volumen aborda el español tal como se asentó y desarrolló en territorios del continente americano con la conquista y colonización en todo su espectro variacional. Incluye, por lo tanto, una noción implícita de los 18 Estados soberanos, que tienen el castellano como lengua oficial con sus hablas cultas y populares, si bien considera, al mismo tiempo, las lenguas mixtas o lexicalizadas por el castellano, p. ej. la media lengua o los criollos hispánicos, así como las variedades migradas o formadas por migración, p. ej. el isleño o el cocoliche. Al titular el manual El español en América, se acentúa, por un lado, la noción de la gran diversidad y riqueza de las variedades hispanoamericanas y, por el otro, rechaza la idea de que existan variedades nacionales. Así, enfatiza con su aproximación, en gran parte transnacional, los resultados de los múltiples contactos y desarrollos lingüísticos autónomos en el continente, desde Tierra del Fuego hasta Alaska, a partir de planteamientos conceptuales asequibles y con un anclaje histórico bien fundado. El volumen realiza un recorrido por la vasta geografía actual del español en tierras americanas al incluir fenómenos como el desplazamiento migratorio, la urbanización, el influjo de los medios de comunicación, las actividades de estandarización y elaboración, el desarrollo terminológico o la globalización. De esta manera, intenta brindar, con artículos de variada extensión, una perspectiva amplia y panamericana, así como un acercamiento crítico y transdisciplinario a la temática que atañe. Pretende ser -tanto para la comunidad científica como para los estudiantes universitarios- un compendio de consulta, que ofrece una visión de conjunto exhaustiva y accesible.
Eva Martha Eckkrammer, Universität Mannheim, Germany.
Introducción
La lengua española en América: perspectivas contemporáneas para un acercamiento
Es un hecho que la lengua española abarca, en el continente americano actual, ya casi al 90% de los hablantes (primarios) del español a nivel mundial. Numéricamente, no cabe duda de que el lema «el español es americano» promulgado intensamente con una noción panamericana y panhispánica desde el primer Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) celebrado en Zacatecas, México, en 1997 (cf. Narvaja de Arnoux 2008, 32) sigue rigurosamente vigente en la actualidad. Para el futuro se delinea, al consultar los bancos de datos demográficos, un pronóstico todavía más drástico, dado que el número de hablantes aumentará sustancialmente en tierras americanas e irá disminuyendo paralelamente en Europa. Aunque en el mundo multilingüe, migratorio y superdiverso en que vivimos (cf. Vertovec 2007; 2010) las cifras de habitantes de las naciones no coincidan con frecuencia con la de los hablantes, donde la lengua oficial es la española, las tendencias son muy evidentes: los datos proporcionados pronostican un aumento considerable en la mayoría de los países americanos de habla hispana entre 2015 y 2050, p. ej. en México de 127 mills. a 163,8 mills., en Argentina de 42,4 mills. a 58,4 mills. (véase Stiftung Weltbevölkerung 2016a; 2016b), para aportar solo dos ejemplos y sin mencionar el aumento considerable en los Estados Unidos.1 Para España, al contrario, se predice, para el mismo período, una reducción de la población de 46,4 mills. a 43,7 mills (Stiftung Weltbevölkerung 2016c).
Esta evolución demográfica implica que Europa se beneficiará a lo largo del tiempo más que otros continentes del lema iberoamericano «la lengua es la patria» reforzado una vez más por la secretaria general de la Secretaría General Iberoamericana Rebeca Grynspan Mayufis en 2016. Así, con ocasión del CILE celebrado en Puerto Rico proclamó enfatizando un lema anteriormente conocido: «La patria sigue siendo nuestro idioma» (Grynspan Mayufis 2016).2 Cabe señalar que se trata de un lema movilizador de contenido ideológico (cf. Narvaja de Arnoux 2008, 34ss.), capaz de propiciar el desarrollo de la lengua española en los cuatro continentes. De este modo, se crea la impresión de que es posible superar los límites que imponen los conceptos nacionales para forjar una cohesión panhispánica y una unidad panamericana, en el sentido de una identidad continental supranacional. Si bien es cierto que las fronteras lingüísticas muy raramente coinciden con las fronteras políticas, los conflictos y divergencias interculturales tampoco desaparecen con una lengua común. Además, en el mundo actual regido por la movilidad y la migración, por el multilingüismo y la heteroglosia, nos enfrentamos a comunidades y «paisajes lingüísticos» (cf. Scollon/Scollon 2003) extremamente variados. Por ende, al enfocar el estado actual y desarrollo de la lengua que Nebrija describió en 1492 como la «compañera del imperio» en tierras americanas será imprescindible analizar la evolución de la lengua castellana inscrita en una estrategia de procesos lingüísticos globales en que se vincula el español con otras lenguas y variedades, y combate –en ciertos contextos– con el inglés. Puesto que es muy bien sabido que –adaptando la famosa cita de Animal Farm (Rebelión en la Granja) de George Orwell (1945) «todas las lenguas son iguales, pero algunas lenguas son más iguales que otras»– las paridades de las lenguas y variedades son meramente hipotéticas, porque gozan de un prestigio muy diverso, tanto a nivel local, regional como internacional (cf. los criterios expuestos por Haarmann 1990), es muy probable que, en años venideros, ambas lenguas globales, la castellana posiblemente con cada vez más hablantes nativos que la inglesa, formen una pareja «vencedora» en el proceso de la globalización (quizás desafiada por el chino). La glotopolítica del español ha insistido vigorosamente en la «afirmación del español como base de la hispanofonía y su instalación definitiva como lengua global» (del Valle 2007a, 10). No obstante, mientras que el inglés se habla –previsiblemente con más frecuencia en forma de una koiné asiática o como lingua franca (cf. Seidlhofer 2011), que algunos estudiosos eruditos llaman «globalés» o «globalésico» (cf. Trabant 2014, 14)– el castellano sirve de medio de comunicación en ámbitos determinados. A diferencia del inglés, que ya se aprende para posibilitar, sobre todo, la comunicación entre usuarios no nativos, por ejemplo, en la economía global, quien aprende el español lo hace frecuentemente para comunicarse con hablantes de la misma lengua castellana, o bien lenguas intercomprensibles como el portugués o el italiano. De este modo, quien aprende el castellano puede relacionarse bastante bien con el mundo románico y, a lo mejor, es consciente de que muchos de los hablantes del castellano aprenden otra lengua primero, tanto en España, donde encontramos hablantes del catalán, gallego, vasco o aranés que lo han aprendido como L2 o bien paralelamente, como en el continente americano, con su amplia gama de lenguas indígenas y varias criollas o bien mixtas. Y por el momento, no tomamos en consideración la multitud de lenguas de origen o de ‘herencia’ (heritage languages) de los diversos grupos de migrantes.
Es evidente que el castellano, si se trata de la primera lengua adquirida, frecuentemente se utiliza en contextos multilingües como una de las lenguas en cuestión. Por cierto, este hecho se observa también en hablantes supuestamente primarios del inglés en Gran Bretaña, tal es el caso del galés, y en Estados Unidos, al recurrir a grupos de habla indígena o bien del castellano, y en mayor escala en los países de la Commonwealth. Consecuentemente, habría que desmantelar como concepto imperialista, tal como hace Seidlhofer (2011, 28–41) para el inglés, también para el castellano, la idea de que el español es patrimonio exclusivo de los hablantes nativos o bien primarios del idioma. Ellos no son los únicos proveedores legítimos y autorizados de normas y modalidades para hablar y escribir en castellano. Es imprescindible criticar y cuestionar este concepto, no solo dado el carácter polifónico del castellano impulsado por el multilingüismo como normalidad estadística del mundo actual, y más particularmente por la polifonía hispánica americana, sino también por el carácter internacional del español. Por un lado, cabe cuestionar el concepto mismo de lengua nativa o primaria instaurado como constructo supuestamente estable, homogéneo e hipercorrecto. Tal noción se describe frecuentemente como idealizada y el término es difícil de definir de manera satisfactoria, tal como pone de manifiesto Seidlhofer (2011, 28–40). Por otro lado, cabe abordar el español en su función de lengua internacional. Muñoz-Basols/Hernández-Muñoz (2019) incluyen esta vertiente en el concepto «poliédrico» del español, subrayando sus múltiples caras y sobre todo la de lengua extranjera en la enseñanza:
Si el español se consolida como lengua de comunicación internacional será no tanto gracias a su presencia demográfica, sino al espacio que ocupe como lengua de conocimiento y parte integral de la oferta educativa de cualquier sociedad moderna: aquí radica precisamente la importancia de su enseñanza
(Muñoz-Basols/Hernández-Muñoz 2019, 82).
Los hablantes no nativos del castellano adaptan y acomodan la lengua hispánica ad hoc a sus necesidades comunicativas en lugar de adoptarla como una ‘lengua de franquicia’ (franchise language, cf. Widdowson 2003, 50) y tienen todo el derecho de hacerlo para llegar a sus fines comunicativos. Y esto vale para cualquier persona que aprenda el castellano en el mundo independientemente de las finalidades que esta tenga (cf. Moreno-Fernández 22007).
La creación, relativamente tardía, de una entidad de promoción lingüística y cultural en forma del Instituto Cervantes (en 1991) y su red creciente ha contribuido – con un trasfondo también hasta un cierto grado ideológico– al éxito inmenso que la lengua española vive alrededor al mundo. Por ende, no es sorprendente que la tendencia de optar por el español como segunda o tercera lengua en vez del francés u otros idiomas siga aumentando tanto en Europa como en otros continentes, sobre todo en África, Asia y Oceanía (Instituto Cervantes 2019). De hecho, no solo está creciendo el número de hablantes de L1 y de L2 del castellano en países con una fuerte presencia de la lengua: hace tres décadas que el español parece estar de «moda» en muchos países del mundo. Este florecimiento ha sido, sin duda, impulsando también por una nueva ideología proyectada desde las instituciones de la lengua –la Real Academia Española (RAE), el Instituto Cervantes, la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), etc.– que subraya que no existe un único centro rector del castellano, una norma única. La unidad reside –según el lema ya evocado– en la diversidad, que se puede y debe manifestarse hasta en las clases de ELE/L2 (véase p. ej. Muñoz-Basols/Hernández-Muñoz 2019, 84ss.).
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Erscheint lt. Verlag | 8.11.2021 |
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Reihe/Serie | Manuals of Romance Linguistics | Manuals of Romance Linguistics |
Zusatzinfo | 21 b/w tbl., 3 b/w maps, 12 b/w graphics |
Sprache | spanisch |
Themenwelt | Schulbuch / Wörterbuch ► Wörterbuch / Fremdsprachen |
Geisteswissenschaften ► Sprach- / Literaturwissenschaft ► Romanistik | |
Schlagworte | American Spanish • amerikanisches Spanisch • Language contact • Pluricentric Language • Plurizentrische Sprache • Sprachkontakt • Variation Linguistics • Varietätenlinguistik |
ISBN-10 | 3-11-039365-4 / 3110393654 |
ISBN-13 | 978-3-11-039365-1 / 9783110393651 |
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Größe: 3,2 MB
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