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Psicología de las masas -  Gustave le Bon

Psicología de las masas (eBook)

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2024 | 1. Auflage
235 Seiten
Iztaccíhuatl (Verlag)
978-2-297-05400-3 (ISBN)
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Psicología de las Masas de Gustave Le Bon es una obra clásica que adentra al lector en las complejidades del comportamiento colectivo. Publicado por primera vez en 1895, el libro ofrece una profunda exploración de la psicología social, centrándose en cómo las personas se ven afectadas y transformadas cuando forman parte de una multitud o masa. Le Bon examina fenómenos psicológicos como la sugestión, la influencia de la emoción colectiva y la pérdida de la individualidad en el contexto de la masa. A través de un análisis perspicaz, Le Bon revela cómo la mente de las personas puede cambiar significativamente cuando están inmersas en una colectividad, destacando la emergencia de patrones de pensamiento y comportamiento que difieren notablemente de la conducta individual. Esta obra influyente no solo proporciona una visión pionera de la psicología de masas, sino que también establece las bases para comprender los procesos psicológicos en el ámbito social. Con una prosa perspicaz y ejemplos ilustrativos, Psicología de las Masas sigue siendo una lectura esencial para aquellos interesados en la psicología social y el comportamiento colectivo.

Gustave Le Bon, psicólogo y sociólogo francés del siglo XIX y principios del XX, es reconocido por sus estudios sobre psicología de masas y la influencia de la multitud en el comportamiento humano. Su obra 'La psicología de las masas' sigue siendo influyente en campos como la sociología y la política.

La era de las masas


La evolución de la época actual – Los grandes cambios en la civilización son la consecuencia de cambios en el pensamiento nacional – La fe moderna en el poder de las masas – Transformación de la política tradicional de los Estados europeos – Cómo se produce el surgimiento de las clases populares y la forma en que éstas ejercen el poder – Las consecuencias necesarias del poder de las masas – Las masas, incapaces de desempeñar otro papel que el destructivo – La disolución de civilizaciones agotadas es obra de la masa – Ignorancia general acerca de la psicología de las masas – Importancia del estudio de las masas para legisladores y estadistas.

Los grandes disturbios que preceden el cambio en las civilizaciones, tales como la caída del Imperio Romano o la fundación del Imperio Árabe, a primera vista parecen estar determinados más específicamente por transformaciones políticas, invasión extranjera o el derrocamiento de dinastías. Pero un estudio más atento de estos eventos demuestra que, detrás de estas causas aparentes, la causa real parece ser una profunda modificación de las ideas de los pueblos. Las verdaderas revoluciones históricas no son aquellas que nos sorprenden por su grandiosidad y violencia. Los únicos cambios importantes, de los cuales resulta la renovación de las civilizaciones, afectan ideas, concepciones y creencias. Los eventos memorables de la Historia son los efectos visibles de los invisibles cambios en el pensamiento humano. La razón por la cual estos eventos son tan raros es que no hay nada tan estable en una raza como el fundamento hereditario de sus pensamientos.

La época presente constituye uno de esos momentos críticos en los cuales el pensamiento de la humanidad está sufriendo un proceso de transformación.

En la base de esta transformación se encuentran dos factores fundamentales. El primero es el de la destrucción de aquellas creencias religiosas, políticas y sociales en las cuales todos los elementos de nuestra civilización tienen sus raíces. El segundo, es el de la creación de condiciones de existencia y de pensamiento enteramente nuevas, como resultado de los descubrimientos científicos e industriales modernos.

Con las ideas del pasado, aunque semidestruidas, aún muy poderosas, y con las ideas que han de reemplazarlas todavía en proceso de formación, la era moderna representa un período de transición y anarquía.

Todavía no es fácil determinar qué surgirá de este período necesariamente algo caótico. ¿Cuáles serán las ideas sobre las cuales se construirán las sociedades que habrán de seguirnos? Por el momento, no lo sabemos. Sin embargo, aún así, ya está claro que, cualesquiera que sean las líneas a lo largo de las cuales se organice la sociedad futura, las mismas tendrán que tener en cuenta un nuevo poder, la última fuerza soberana sobreviviente de los tiempos modernos: el poder de las masas. Sobre las ruinas de tantas ideas antes consideradas indiscutibles y que hoy han decaído o están decayendo, sobre tantas fuentes de autoridad que las sucesivas revoluciones han destruido, este poder, que es el único que ha surgido en su estela, parece pronto destinado a absorber a los demás. Mientras todas nuestras antiguas creencias están tambaleando y desapareciendo, el poder de la masa es la única fuerza a la cual nada amenaza y cuyo prestigio se halla continuamente en aumento. La era en la cual estamos ingresando será, de verdad, la era de las masas.

Apenas hace un siglo atrás, los principales factores que determinaban los hechos eran la tradicional política de los Estados europeos y las rivalidades de los soberanos. La opinión de las masas apenas si contaba y, en la mayoría de los casos, de hecho no contaba en absoluto. Hoy, las que no cuentan son las tradiciones que solían determinar a la política y las tendenciosidades o rivalidades de los gobernantes mientras que, por el contrario, la voz de las masas se ha vuelto preponderante. Es esta voz la que dicta la conducta de los reyes, cuya misión es la de tomar nota de lo que expresa. Actualmente, los destinos de las naciones se elaboran en el corazón de las masas y ya no más en los consejos de los príncipes.

El ingreso de las clases populares a la vida política —lo cual equivale a decir en realidad, su progresiva transformación en clases gobernantes— es una de las características más relevantes de nuestra época de transición. La introducción del sufragio universal, que por largo tiempo no tuvo sino una influencia escasa, no es, como podría pensarse, la característica distintiva de esta transferencia de poder político. El progresivo crecimiento del poder de las masas tuvo lugar al principio por la propagación de ciertas ideas que lentamente se implantaron en la mente de los hombres y después, por la asociación gradual de individuos dedicados a la realización de concepciones teóricas. Ha sido por la asociación que las masas se han procurado ideas referidas a sus intereses —ideas muy claramente definidas aunque no particularmente justas— y han arribado a una conciencia de su fuerza. Las masas están fundando sindicatos ante los cuales las autoridades capitulan una después de la otra, también están las confederaciones laborales las que, a pesar de todas las leyes económicas, tienden a regular las condiciones de trabajo y los salarios. Las masas ingresan a asambleas que forman parte de gobiernos y sus representantes, careciendo enteramente de iniciativa e independencia, se limitan, la mayoría de las veces, a ser nada más que voceros de los comités que los han elegido.

Hoy en día los reclamos de las masas se están volviendo cada vez más claramente definidos y significan nada menos que la determinación de destruir completamente a la sociedad tal como ésta existe actualmente, con vista a hacerla retroceder a ese primitivo comunismo que fue la condición normal de todos los grupos humanos antes de los albores de la civilización. Las exigencias se refieren a limitación de las horas de trabajo, nacionalización de las minas, ferrocarriles, fábricas y el suelo; la igualitaria distribución de todos los productos, la eliminación de todas las clases superiores en beneficio de las clases populares, etc.

Poco adaptadas a razonar, las masas, por el contrario, son rápidas en actuar. Como resultado de su actual organización, su fuerza se ha vuelto inmensa. Los dogmas a cuyo nacimiento estamos asistiendo pronto tendrán la potencia de los antiguos dogmas, es decir: la fuerza tiránica y soberana que concede el estar más allá de toda discusión. El derecho divino de las masas está a punto de reemplazar al derecho divino de los reyes.

Los escritores que gozan del favor de nuestras clases medias, aquellos que mejor representan sus más bien estrechas ideas, sus opiniones bastante preestablecidas, su más bien superficial escepticismo y su a veces algo excesivo egoísmo, exhiben una profunda alarma ante este nuevo poder que ven crecer. Para combatir el desorden mental de las personas, apelan desesperadamente a aquellas fuerzas morales de la Iglesia por las cuales antes profesaron tanto desprecio. Nos hablan de la bancarrota de la ciencia, de volver a Roma a hacer penitencia, y nos recuerdan las enseñanzas de la verdad revelada. Estos nuevos conversos se olvidan de que es demasiado tarde. Si hubiesen estado realmente tocados por la gracia, una operación así no podría tener la misma influencia sobre mentes menos dedicadas a las preocupaciones que tanto inquietan a estos recientes adherentes a la religión. Las masas repudian hoy a los dioses que sus admonitores repudiaron ayer y ayudaron a destruir. No hay poder alguno, humano o divino, que pueda obligar una corriente a fluir hacia atrás, de regreso a sus fuentes.

No ha habido ninguna bancarrota de la ciencia y la ciencia no ha participado en la presente anarquía intelectual, ni tampoco en la construcción del nuevo poder que está surgiendo en medio de esta anarquía. La ciencia nos prometió la verdad, o al menos, un conocimiento de las relaciones que nuestra inteligencia puede aprehender. Nunca nos prometió paz ni felicidad. Soberanamente indiferente a nuestros sentimientos, es sorda a nuestras lamentaciones. Está en nosotros aprender a vivir con la ciencia puesto que nada puede devolvernos las ilusiones que ha destruido.

Síntomas universales, visibles en todas las naciones, nos muestran el rápido crecimiento del poder de las masas y no nos permiten admitir la suposición de que este poder cesará de crecer en alguna fecha cercana. Sea cual fuere el destino que este poder nos tiene reservado, tendremos que aceptarlo. Todo razonamiento en contra del mismo es simplemente una vana guerra de palabras. Por cierto, es posible que el advenimiento del poder de las masas marque una de las últimas etapas de la civilización occidental, el completo sumergimiento en uno de esos períodos de confusa anarquía que siempre parecen destinados a preceder el nacimiento de toda nueva sociedad. Pero ¿podría evitarse este resultado?

Hasta el presente, estas destrucciones completas de una civilización gastada han constituido la tarea más obvia de las masas. Realmente, no es tan sólo en la actualidad en dónde podemos rastrear esto. La Historia nos dice que, desde el momento en que pierden su vigor las fuerzas morales sobre las cuales ha descansado una civilización, su disolución final resulta producida por esas masas inconscientes y brutales que denominamos, bastante justificadamente, como bárbaras. Hasta ahora, las civilizaciones han sido creadas y dirigidas sólo por una pequeña aristocracia intelectual, nunca por muchedumbres. Las masas son solamente poderosas para destruir. Su gobierno es siempre...

Erscheint lt. Verlag 3.4.2024
Sprache spanisch
Themenwelt Geisteswissenschaften Psychologie Sozialpsychologie
ISBN-10 2-297-05400-9 / 2297054009
ISBN-13 978-2-297-05400-3 / 9782297054003
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